Quienes poseen una pequeña o gran colección privada de relojes saben lo importante que es el correcto almacenamiento de cada pieza, sobre todo si se trata de modelos automáticos a los que no les conviene permanecer demasiado tiempo en un reposo absoluto. Firmas como Scatola del Tempo, SwissKubik o Buben & Zörweg solucionan este problema con sus cajas y estuches dotados de rotores automáticos. Para modelos de cuerda manual o de cuarzo, la industria ofrece estuches para una o varias piezas que mantienen cada reloj perfectamente guardado y fácil de transportar. Y para grandes colecciones, nada mejor que los armarios concebidos como prácticos híbridos entre contenedores para guardar relojes y cajas fuertes.
ROTORES SIEMPRE EN MOVIMIENTO
Los relojes mecánicos, especialmente si estos son automáticos, requieren mantener en todo momento el correcto estado de sus marchas. Al disponer de mecanismos dotados de masas oscilantes, estos relojes se cargan gracias a los movimientos que ejecutan sus propietarios. Sin embargo, cuando los relojes permanecen en reposo durante cierto tiempo, esta imprescindible carga no se produce, con lo que sus mecanismos podrían verse seriamente afectados. Los winders o estuches con rotor han sido creados para dar respuesta a esta necesidad.
Para referirnos a la historia de los winders es necesario remontarnos a 1989, cuando Sandro Colarieti fundó la firma Scatola del Tempo. Colarieti era un coleccionista insatisfecho, que tras la búsqueda fallida de un estuche que estuviera a la altura de sus relojes, decidió crear sus propias cajas con rotor. Recurrió a los mejores artesanos italianos y suizos, realizó una pequeña serie, que pronto llamó la atención de las más prestigiosas firmas del sector. La idea de los rotores en movimiento para relojes automáticos surgió en el año 1990, cuando la firma lanzó su primer winder, el “1RT”.
En el año 2007, Philippe Subilia, de SwissKubik, revolucionó el diseño de los winders para relojes automáticos, presentando formas nuevas, materiales innovadores y creando su ya icónica «Startbox». La irrupción en la industria de esta firma ha abierto las puertas a la creatividad.
FUNCIONAMIENTO
Una vez un reloj automático se inserta en un rotor, cada winder inicia su rotación, con la que cargará el mecanismo del reloj. Cada unidad está programada para desarrollar un número determinado de rotaciones cada día (la mitad en una dirección, y la otra mitad en la dirección contraria). Por lo general, y según el winder del que estemos hablando, cualquier usuario tiene la posibilidad de personalizar su rotor, programando la frecuencia de rotación del mismo.
Entre otros aspectos, los rotores giratorios o winders -equipados con un eficaz micromotor de alta precisión y dirigidos por un microprocesador- suelen permitir la conexión a USB, con una programación personalizada del número de rotaciones por día. Se alimentan con pilas alcalinas, que aseguran una vida de alrededor de tres años en modo continuo, y en la mayoría de los casos también pueden ser conectados a la corriente alterna mediante un transformador.
Incorporan soportes para el reloj ajustables, con clips especiales de seguridad. Algunos modelos indican el estado de carga bien a través de un indicador LED, o bien por medio de un indicador activable mediante un pulsador.
CAJAS DE SEGURIDAD
Otro de los aspectos que preocupan en gran medida a los grandes coleccionistas de relojes es salvaguardar de la mejor manera posible sus colecciones. Para ello, la industria ofrece sus contenedores o armarios de gran capacidad, que han evolucionado hasta convertirse en auténticas cajas de caudales.
En los últimos años, Scatola del Tempo se unió a uno de los fabricantes de cajas fuertes más prestigiosos de Italia, con objeto de producir una edición limitada de contenedores para relojes y joyas, a la que dio el nombre de TimeSafe®. Se trataba de una línea de cajas de seguridad, forradas en piel, con capacidad para entre 21 y 24 winders para relojes automáticos y con cajones para almacenar joyas. En pocos años surgieron nuevas versiones del modelo original, desarrollados a demanda, demostrando que el mercado requería cierta flexibilidad y la necesidad de explorar nuevos territorios.
PULSERAS
Las correas y brazaletes son elementos fundamentales e inseparables del reloj de pulsera; de hecho, su evolución histórica ha corrido paralela al desarrollo de este tipo de relojes, y nos habla tanto de cambios estéticos como costumbristas y sociales de sus usuarios.
Las primeras pulseras de las que tenemos referencia eran para relojes de señora, y solían confeccionarse con muaré, raso grueso, tejido plegado o de cordoncillo, o bien, en el caso de los modelos joya, con oro o platino y piedras preciosas.
Para caballero se ideó un sistema particularmente ingenioso: una correa de piel, con una especie de estuche para el reloj, que permitía transformar un modelo de bolsillo en uno de pulsera.
En las primeras décadas del siglo XX, se realizaban correas muy rudimentarias, una simple tira de cuero sin forro. Fue necesario esperar a los años veinte y treinta para encontrar las primeras gradaciones de colores. En este aspecto fue crucial la labor de Giulio Morellato, un relojero cuya familia trabajaba desde hacía muchas generaciones en el sector del calzado y que, por lo tanto, estaba familiarizado con la calidad y características de los cueros. Morellato consideraba que su clientela no estaba contenta con el aspecto estético de las correas que eran importadas de Suiza, por lo que decidió proponer modelos más adecuados al gusto italiano. Al principio, realizaba sus correas personalmente, y más adelante, dado el éxito obtenido, abrió en 1930 un pequeño taller en Bolonia.
Las primeras correas se realizaban con pieles de ternera, lagarto y cocodrilo, y el color preferido era el negro, y en menor medida, el marrón. En los años cuarenta se impusieron los tonos más variados, que se empleaban para modelos veraniegos.
RESISTENCIA Y CONFORTABILIDAD
En la actualidad, las correas y brazaletes, además de asegurar un excelente acabado estético, deben garantizar su durabilidad y su confortabilidad. Las diferentes pulseras se someten a una serie de exámenes y tests, como son las pruebas de resistencia a los ácidos y al roce, y han de permitir una máxima transpiración. Ya en 1989, Morellato presentó un modelo que tenía la parte interna de material transpirable (carbón activo), y estaba densamente horadado. Las pulseras deben, asimismo, ser resistentes al agua, al sudor, a la exposición a los rayos UV, al polvo y a la tracción.
Para la realización de una pulsera se requieren entre 50 y 80 operaciones diferentes. Máquinas construidas expresamente han facilitado el proceso, pero el trabajo del artesano continúa siendo insustituible. Así, en los modelos de mayor calidad, las costuras y pespuntes se realizan a mano.
TIPOS DE PULSERAS
La relojería actual ha puesto de moda pulseras muy diversas. En general, podemos agruparlas en los siguientes grupos:
– Correas de piel: son las más tradicionales. Para su realización se utilizan pieles de todo tipo, desde los cueros de vacuno u ovino más comunes, hasta las pieles exóticas empleadas por la alta relojería, como cocodrilo (es habitual el Aligátor Mississippiensis), pitón o avestruz. Cabe destacar, que debido a la sensibilidad existente hacia la conservación de las especies animales, las pieles de reptiles deben proceder exclusivamente de viveros o de mercados que garanticen los certificados de autorización. La alta gama para señora ha popularizado las correas de galuchat (manta raya), que proporcionan un acabado de gran singularidad.
– Correas de satén: suelen emplearse como acompañantes de los relojes joya. Se ofrecen en diferentes colores.
– Brazaletes metálicos: los brazaletes metálicos, también conocidos como armis, se han impuesto sobre todo para el uso deportivo, pues presentan una mayor capacidad de resistencia que las correas de piel o textiles. Para elaborarlos, se requieren instalaciones propias de la industria mecánica, con una producción en cadena, con máquinas especiales, aunque también interviene el trabajo artesanal, no solo para el control de calidad, sino para operaciones como la inserción, una por una, de las barritas que juntan los eslabones de la pulsera. En la actualidad, se emplean metales como el oro o el platino, junto al acero, el titanio y aleaciones especiales. Algunas marcas han hecho famosa la particular disposición de los eslabones que componen sus armis (por ejemplo “Link” de TAG Heuer, los brazaletes “Oyster” de Rolex o los empleados por los “Seamaster” de Omega).
– Brazaletes de malla milanesa: su nombre proviene de las cotas de malla empleadas en el norte de Italia en el siglo XV, de las que toman su inspiración. Este tipo de brazaletes, formados por eslabones diminutos colocados en disposición trenzada, empezaron a ser utilizados en el siglo XIX para acompañar a relojes femeninos. Vivieron una época de esplendor durante las décadas de 1960-70, y ahora, a causa del interés que genera todo cuanto se considera vintage, vuelven a estar de actualidad.
– Correas de caucho: son habituales en relojes deportivos, especialmente en los divers. Aseguran una gran resistencia y una notable confortabilidad. Son flexibles y ligeras, y demuestran un alto grado de inalterabilidad. Su cara interior se presenta forrada con un material transpirable.
– Correas de plástico: los materiales plásticos permiten realizar estampados de colores y divertidas fantasías. Swatch las ha elevado, en ocasiones, a la categoría de arte.
– Correas de nylon de tipo NATO: Las correas NATO originales fueron creadas por el Ministerio de Defensa Británico en el año 1973, y en estas se inspiran los diseños actuales. Se trata de un tipo de pulsera que envuelve la caja del reloj. Gracias a su particular diseño, aunque fallara el cierre de la correa, esta se mantendría en la muñeca de su usuario.
– Brazaletes de cerámica: los brazaletes de cerámica otorgan a los relojes las mismas propiedades de las cajas de cerámica, como son su resistencia, su irrayabilidad, su bello acabado, su carácter hipoalergénico.
CIERRES
– Cierre de hebilla o ardillon: es la hebilla tradicional, empleada en pulseras no metálicas.
– Cierre mariposa: se abre mediante dos hojas, y su forma recuerda a las alas de la mariposa.
– Cierre desplegable: se abre mediante una única hoja.
Estos dos últimos cierres se pueden encontrar con sistema de seguridad y de doble seguridad. Pueden ser de los siguiente tipos:
– A presión: una pequeña pestaña engancha en uno de los ejes del cierre.
– Con seguro: un segundo cierre, por encima del cierre principal, evita que este último se abra de manera accidental.
– Cierre con desbloqueo: para abrirlo es necesario presionar uno o dos botones, situados a ambos lados del cierre. Es fácil de utilizar y muy difícil que se abra por accidente.
– Doble cierre con desbloqueo: presenta las ventajas del anterior e incrementa la seguridad.
May.29, 2014